jueves, 14 de julio de 2011

Sobre el lenguaje como arte marcial, con Michel Lacroix, filósofo de la ética de las relaciones

¿Por qué esta manía de maltratar con las palabras? Ofensas, insultos, burlas: las formas de agresión verbal son innumerables. El resultado es un campo de batalla cubierto de "heridos por el lenguaje". Es decir, seres fulminados por la aspereza de ciertas frases. Son almas en pena que llevan ciertas palabras clavadas en el corazón, y la escena en las que fueron lanzadas rondándoles en la cabeza.

Lo curioso es que la víctima no desperdiciará luego la oportunidad de convertirse a su vez en verdugo. El blanco de sus ataques será, por lo general, un hijo, un padre, una esposa, un colega etc. Con ellos utilizará 'frases-guillotina' como las que causaron su dolor. Pero con la diferencia de que luego borrará de su mente que algún día las pronunció.

Alguien debería ayudarnos a poner orden a este caos. ¿Por qué no un filósofo? Yo conozco uno: se llama Michel Lacroix, es francés, 64 años, profesor universitario y gran conversador. No tiene celular ni correo electrónico, pero responde con prontitud las cartas. Ha escrito, entre otros, 'El culto a la emoción' (Flammarion, 2001) y 'Realizarse' (Robert Laffont, 2009).

El año pasado publicó 'Palabras tóxicas, palabras benevolentes, por una ética del lenguaje' (Robert Laffont), libro que he leído 3 veces, lápiz en mano, con la devoción del enfermo que ha encontrado por fin al médico capaz de diagnosticar su mal. Porque también hay palabras que liberan y sanan. Y afortunados los que las escuchamos a tiempo.

Michel Lacroix concedió la siguiente entrevista a LECTURAS en un restaurante de la plaza de Trocadero en París. Ambos llegamos con media hora de antelación. Yo empecé respondiendo porque él empezó preguntando. Fue un gesto más de consideración de parte de este hombre cortés, es decir, "alguien que intenta suscitar la belleza en las relaciones humanas".

¿Cuál es el punto de partida de su moral?
El origen es el código clásico de la urbanidad, esa extraordinaria obra cultural que es, en gran parte, una creación de la Francia clásica. En el siglo XVII éramos considerados la nación más cortés de Europa. Se enseñaba a no herir los sentimientos del otro, a no ofenderlo, a respetar su autoestima. La Bruyère definía así la urbanidad: "Una cierta atención para hacer que por nuestras palabras y nuestros modales los otros estén contentos de nosotros y de ellos mismos".
¿Por qué su énfasis en el impacto que tiene el lenguaje en los otros?
Porque toda palabra que pronuncio, desde un banal saludo hasta palabras más íntimas, tienen una resonancia emocional en el otro. Mis palabras pueden causar alegría o tristeza. Debo tomar en cuenta ese impacto y asumir que tengo una responsabilidad. Y quien dice 'responsabilidad', dice también moral.
¿Es una moral basada en su experiencia personal?
Sí. Siempre he sido muy sensible a la manera como la gente me habla. Los distintos sentimientos que he podido experimentar en la vida -contrariedades, disgustos, desacuerdos, penas, sufrimientos- están ligados en gran medida a lo que he escuchado en la boca de los demás, a la manera como la gente me ha hablado o a la manera como la gente se habla.
¿Es su ética difícil de aplicar?
Digamos que hay que encontrar un equilibrio. Debemos tener cuidado con las personas, saber tratarlas. Pero ser cuidadoso con ellas, no lanzar juicios perentorios, no quiere decir bajar la cabeza. Ser tolerante hacia los demás, aceptar discutir nuestros desacuerdos, no quiere decir renunciar a convencerlos si están equivocados.
¿Usted no excluye entonces las amonestaciones?
No. Hay momentos en los que debo asumir un tono fuerte. Es legítimo decirle a un hijo: "Tus resultados escolares no son buenos". Ésta también es una palabra ética cuya intención es no dejarlo descarrilar. En el trabajo mi palabra también puede ser de exigencia, incluso brutal, siempre y cuando mida hasta dónde puedo llegar. Pero siempre debe ser una palabra humana, que ponga en orden las cosas.

¿La violencia verbal puede ser una forma de contener la violencia física?
Sí, la violencia verbal puede ser una forma de sublimación de la violencia física. Pero siempre y cuando forme parte de una suerte de ceremonia con una pizca de humor, ironía o broma. Una palabra así puede contribuir a evaporar la agresividad. Pero la violencia verbal, cuando no forma parte de un ceremonial, es el primer grado de un crescendo que desemboca en la violencia física. Las peleas callejeras comienzan a menudo por las palabras.
Usted recomienda a sus lectores desarrollar un 'arte marcial del lenguaje'. Pero, ¿es usted mismo bueno para defenderse con las palabras?
En absoluto. Nunca he sido bueno para manejar el conflicto. He hecho algunos progresos con la edad. Pero esto requiere una certeza interior y un dominio total de sí mismo que no tengo. Pero déjeme contarle esta anécdota de un familiar. Cuando mi tío prestaba el servicio militar, compartía una oficina con un capitán. Los escritorios de ambos estaban a un metro de distancia. Un día, el capitán lo llama silbándole, sin mirarlo ni pronunciar su nombre. Mi tío exclama: 'Ay, mi capitán, no sabía que en esta oficina había un perro'. Ésa es una excelente replica.

¿Por qué la verdad ocupa el último lugar en las reglas de su ética?
Rechazo la mentira y la falsedad, pero no quería que, al poner la verdad de primera, eclipsara a las otras 7 reglas. Quiero abrir la vía a una reflexión sobre la utilidad afectiva y relacional del lenguaje, sobre la calidad de la relación. Pienso que es éticamente válida toda palabra que es útil psicológicamente al otro, o que es útil a la relación interpersonal.
¿Y la primera regla?
La base de todo, lo que estructura la vida social, son palabras como 'hola', 'gracias', 'por favor', etc. Sin ellas, la vida social sería insoportable. Las conversaciones breves y banales, por ejemplo sobre el clima, son esenciales. El objetivo de las palabras de cortesía es "ponerle aceite al engranaje". Con ellas demostramos nuestra voluntad de 'hacer sociedad' con los demás.
¿Están desapareciendo los buenos modales?
La situación es contrastada. A veces hay roces verbales fuertes. Pero también hay un renacimiento del civismo. En las parejas hay por lo general un trato más cortés, amable y atento. Los padres con sus hijos tienen un trato más positivo y delicado. Existen asimismo lugares de convivencia donde se escuchan palabras más amistosas. En Francia se organizan actividades como cenas de barrio entre vecinos, lo cual es extraordinario porque la gente se reúne para preparar una comida y pasar juntos un rato. Son señales de que la gente quiere volver a tejer lazos de convivencia.

Las 8 reglas de la ética del lenguaje:

1. Mi palabra debe ser cordial: debo saludar, despedirme, dar las gracias.
2. Mi palabra debe ser amable: debo dejar en el aire una suerte de puntos suspensivos para que el otro se exprese; no debo ridiculizar a nadie en público.
3. Mi palabra debe ser positiva: debo ser una fuente de inspiración para los demás.
4. Mi palabra debe ser respetuosa de los ausentes: debo evitar el encadenamiento incesante de juicios sobre los demás, como si la conversación fuera un tribunal virtual.
5. Mi palabra debe ser tolerante: debo exponer mi punto de vista de manera no violenta, escuchar las opiniones distintas a la mía; la buena voluntad de discutir y escuchar es el fundamento de la democracia.
6. Mi palabra debe ser la guardiana del mundo: debo mostrar admiración por lo que me rodea, el mundo natural y el social. Es mejor el exceso de admiración que el exceso de desprecio.
7. Mi palabra debe ser responsable del lenguaje: debo hablar bien mi lengua materna, emplear la palabra exacta, respetar la gramática y la pronunciación, tratar de expresarme con elegancia y refinamiento.
8. Mi palabra debe ser verdadera: debo evitar la mentira, los eufemismos hipócritas y las exageraciones injustas.
Por Ásbel López
París.

Nota: Me fue enviado por la Comunidad Israelita Nicaraguense

Una vergüenza para Costa Rica

No señores, no les voy a hablar de futbol. Hace pocos meses Costa Rica alcanzó un puesto en el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la Organización de las Naciones Unidas. Los ciudadanos tenemos derecho a saber cuál era el objetivo perseguido al buscar la nominación, y cuáles son los resultados de la gestión. Si por la víspera se saca el día, no son buenos los augurios.
Recuerdo una entrevista que realizaron en ADN Radio al Embajador de Costa Rica ante la ONU, don Eduardo Ulibarri, cuando se logró la elección del país al citado Consejo. En medio de la algarabía, el periodista le preguntó cuál era la agenda de Costa Rica para el Consejo de Derechos Humanos. La respuesta me sorprendió, y fue más o menos así: no se, eso le toca definirlo a la misión en Ginebra, que es donde tiene su sede el CDH. Y yo que creía que cuando uno salía a pedir votos, sobre todo para ocupar un puesto tan importante en el máximo organismo internacional, lo hacía con base en los principios que la representación del país pretendía aplicar en su gestión. Pero, bueno, no vamos a culpar don Eduardo de que yo sea tan ingenuo.


La semana pasada el CDH, del que Costa Rica ahora forma parte, sometió a aprobación de la Asamblea General de la ONU su agenda para los próximos cinco años. Promedia ya el 2011, año que será recordado por la primavera árabe que no pasó de ser un veranillo temporal en el largo invierno de la opresión de los pueblos del Levante mediterráneo y del Magreb a manos de déspotas de toda calaña. Y resulta que la agenda quinquenal del Consejo de Derechos Humanos señala a un único país en todo el mundo para darle un seguimiento permanente. ¿Cuál es ese país?
Se equivoca si pensó en Libia, ya sea por las atrocidades que comete Gadaffi en contra de su propia población, o por las acciones de dudosa legitimidad que ha emprendido la OTAN en ese país. Tampoco es Siria, donde el régimen de Assad se sostiene a hierro y sangre en el poder, masacrando sin asco a la población que únicamente reclama mejores condiciones de vida y un poquito de libertad. Si pensó en Irán, el país donde lapidan a las mujeres por caminar en público con un hombre que no es su padre o su esposo, o donde cuelgan en las plazas públicas a los homosexuales para escarmentar a la juventud, también se equivocó. Ni siquiera es China, la nueva gran amiga de Costa Rica, la de la opresión permanente a tibetanos y uigures y demás minorías religiosas y étnicas, la de la represión violenta de cualquier forma de disidencia política.
No, señores míos. El único país del mundo señalado en la agenda quinquenal del Consejo de Derechos Humanos de la ONU es el Judío entre las naciones, la única democracia del Oriente Medio, Israel.
Quiero que esto quede muy claro: señalar a un país como violador de derechos humanos no es racismo, ni es discriminatorio, ni es una ofensa. Pero singularizar a Israel como el único país que merece una mención en la agenda del Consejo de Derechos Humanos demuestra el sesgo antisemita de ese organismo. El silencio cómplice de Costa Rica exige explicaciones.
Siendo que nuestro país tiene ahora un puesto en el CDH, cabe preguntarse en qué andaría nuestra misión en Ginebra cuando se definía la agenda para los próximos 5 años. ¿Será que tenemos una representación compuesta por pegabanderas y promotores turísticos que no tienen la menor idea de lo que sucede en el CDH?
Tampoco sabemos qué estaba haciendo nuestra misión permanente ante la ONU, en Nueva York, que votó junto con otros 153 países la aprobación de esa agenda quinquenal del CDH que identifica únicamente a Israel como agresor de los derechos humanos. Ojo: sólo Estados Unidos, Canadá y Palau, además de Israel, votaron en contra.
Es un gran honor para nuestro país haber alcanzado un puesto en el Consejo de Derechos Humanos, pero jamás imaginamos que el precio de los votos recibidos para llegar fuera plegarse cobardemente y en silencio a esa mayoría automática de países gobernados por déspotas y tiranos que representan todo lo contrario de los ideales democráticos y humanos de los que Costa Rica se supone portaestandarte. Tal vez don Eduardo Ulibarri, que no supo explicar al país cuál era la agenda de la misión costarricense ante el CDH, pueda ahora explicarnos el voto de la misión neoyorquina que él encabeza.

Eli Feinzaig
feinzaig@msn.com
Nota: Enviado por la comunidad Israelita Nicaragüense.